sábado, 17 de diciembre de 2011

martes, 29 de noviembre de 2011

Presentación del libro EL HILO DE SOFÍA

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En este libro podrán leer ustedes cuentos como éste.


LA CANCIÓN DEL SEÑOR ENCUMBRADO
por D.J. ÁLvarez

Las sombras comenzaron a danzar alrededor de la casa al son del estribillo:
“Soy un señor encumbrado,
ando mejor que un reloj,
me levanto muy temprano y me acuesto a la oración”.
Aquella hipnótica estrofa se filtraba repetidamente a modo de panegírico a través de las rendijas. Me acerqué temeroso a una de las hojas de la ventana y traté de cerrarla, aun a sabiendas de que sería inútil. Uno de los cristales estalló y una segunda piedra, rebotando contra el revestimiento de madera, cayó entre las flores. La hoja crujió y la luz me empujó hacia atrás; luego la fatídica melodía enmudeció y las sombras infantiles desaparecieron con ella. No obstante, la rabia ya había crecido en mí.
Durante el resto del día deambulé por la casa tratando de esquivar los espejos, enfurecido, algo habitual en mí. Sin embargo, siempre había alguna ocasión en la que de un modo u otro pasaba de refilón cerca de uno de ellos; entonces me entraba el pánico.
Una vez crepusculó, salí al jardín. Una fina nube de niebla colgaba a ras del suelo como una sábana húmeda. El heno temblaba, temblaban los árboles, las criaturas nocturnas se sacudían en sus escondrijos. Luego la sábana se dejó llevar por una brisa casi ilusoria y el amplio prado se descubrió. A varios cientos de metros, el bosque mordisqueaba el cielo noctámbulo como un banco de pirañas bajo el Orinoco. Lo atravesé lentamente, sin prisa, sin ruido.
La aldea brillaba a escasos kilómetros del desfiladero del río Iskar, muy cerca de Stara Planina. Una larga hilera de luces lejanas y radiantes como traseros de luciérnaga iluminaba la avenida principal. Luego, poco a poco, me fui escabullendo entre la penumbra y las laberínticas callejuelas, hasta alcanzar la esquina de la parroquia huyendo siempre de la luz; no todos sabían por aquel entonces que debido a mi enfermedad, mis padres me mantuvieron hasta la adolescencia encerrado en el sótano, rezando plegarias ante una humilde cruz de madera. “Hubert”, me decían, “debiste nacer muerto. Es por eso que el Señor tiñó de blanco tu cabello y cubrió con una fina membrana tu piel: para que recordaras siempre tu culpa. Bendito sea Él por no traerte al mundo con el corazón y las vísceras inermes. Agradéceselo hasta el fin de tus días, aunque seas el mismísimo hijo de Satanás”, me decían.
Y así lo hice.
Olía desde allí los helechos cuando una muchacha cruzó la calle. Caminaba con los hombros encogidos y los brazos cruzados sobre unos pechos casi imperceptibles, aún sin macerar. Pensé en ella como una joven Eva e imaginé una manzana latiendo dentro de su corazón. Luego esperé a que se aproximara lo suficiente.
Una vez estuvo a mi alcance, le tapé la boca con una mano y la atraje hacia mí. Se sacudía, trataba de desasirse con golpes femeninamente débiles que llegaron a resultarme enternecedores. Entonces ambos nos escurrimos desde la pared de la parroquia hacia el suelo y una vez se desplomó en la tierra húmeda, la estrangulé con firmeza hasta que su manzana dejó de latir. Estaba tan pálida que de haberse tratado de un varón me hubiera parecido un reflejo... Esto último me hizo ver que no había hecho más que repetir traspiés en lo que al sexo de mis víctimas se refería, por lo que se me antojó que a partir de aquella noche sólo sacrificaría muchachos: de ese modo, su figura frente a la mía me aportaría cierta calidez frente al crimen, cierta sensación de cercanía, de semejanza, como dos iguales cara a cara ante un mismo espejo ceñido de muerte e indulgencia. Me eché a la joven Eva sobre los hombros y avancé entre la oscuridad bajo las imaginarias pirañas del río Orinoco. Crucé el bosque y la sábana de niebla. La luna espiaba el horizonte.
Una vez en el sótano de lo que nunca consideré mi hogar, senté a mi náyade en una silla junto a sus otras compañeras.
-¿Quién es ese señor encumbrado? ¿De dónde le viene tal popularidad? Los niños tararean cada domingo la misma canción frente a mi puerta y luego me lanzan piedras, pero pese a ello, la curiosidad se ha apoderado de mí. ¿Es de por aquí? ¿Cabría la posibilidad de que algún hombre respetable del pueblo me lo presentara? –inquirí acercando mi oído a sus labios, pero no encontré respuesta.
Le había preguntado lo mismo a cada una de ellas, pero tan sólo la tercera llegó a mencionar algo mientras le colocaba las manos sobre las rodillas. Su cuerpo aún estaba caliente cuando masculló una tímida frase que no llegué a entender, por lo que maldije mi ineptitud y desde entonces, cada vez que llevaba a una nueva acompañante al sótano y trataba de sonsacarla, me acercaba todo lo que podía hasta su boca por si acaso quedaba un último hálito en su garganta que respondiera a mis preguntas.
En el transcurso de la noche del martes y la mañana del miércoles, me dediqué a las labores de conservación del cuerpo de Eva. Primeramente deslicé la cuchilla para abrir el abdomen, saqué las vísceras (que con sumo cuidado deposité en un cubo aunque luego me deshiciera de ellas) y extirpé los pulmones. Rellené el vacío con esparto y a continuación cosí la hendidura, tarea que me llevó no más de media hora. Concluida la primera parte del proceso, realicé con suma precisión el mismo ejercicio con la lengua y los ojos, sustituyéndolos por un trozo de ante y dos bolas de cristal de color verde. Finalmente, maquillé el cuerpo y el cabello con talco para darle un aspecto más saludable. A diferencia de mí, ellas eran tan fastuosas, tan perfectas, casi divinas.
La noche del jueves, ya concluida mi tarea, la dediqué a pasear por el cementerio. Allí estaban todos: el borracho del pueblo, el pastor, la madre del usurero, la hija del afilador (que murió durante el parto), el sacerdote, mis progenitores... Al llegar a mi lápida arranqué un puñado de violas salvajes y lo dejé junto a mi epitafio. Treinta años antes fui enterrado allí mismo. No escuché lágrimas cuando desperté de la catalepsia; tan sólo las palabras en latín del nuevo párroco, el graznido de los cuervos y la tierra golpeando la madera de pino. Más tarde, cuando todos se marcharon, empujé la tapa del ataúd, apalanqué mi cuerpo contra la lápida y una vez salí de ella, volví a dejarla en su sitio. Finalmente, regresé a casa, entré en su habitación y estrangulé a aquellos que me engendraron mientras dormían. Hasta los catorce años, momento en que la enfermedad me provocó una muerte fallida, fui ignorado por ellos, repudiado por los vecinos cercanos y temido por los chicos de mi edad. En vida, no fui más que un fantasma. Pero desde hacía tiempo ya no estaba solo: tenía a mis imperecederas compañeras y de alguna manera, ellas a mí. Como celebración del aniversario de mi fallecimiento, encendí varias velas y las repartí por el salón, una por cada año que había burlado a la muerte. Luego fui a mi cuarto y maldije a mis progenitores antes de quedarme dormido.
A la mañana siguiente desperté con el estruendo de las vigas del techo golpeando contra el suelo. La casa ardía como una gran pira funeraria. Con las mangas del pijama pegadas a la nariz, atravesé las diferentes habitaciones y corrí en dirección a la puerta que daba al jardín descubriendo el foco inicial de la deflagración. Durante el sueño, el chisporroteo de las velas había alcanzado las cortinas, que ardieron hacia la mesa, luego hacia la biblioteca, y poco a poco se fueron extendiendo en dirección al resto de las estanterías y paredes de madera.
Cubierto por las llamas, salí al exterior atravesando el arco de hiedra mientras el fuego carbonizaba mi espalda, los antebrazos y las piernas. Entonces, me derrumbé sobre la hierba.
“Soy un señor encumbrado,
ando mejor que un reloj,
me levanto muy temprano y me acuesto a la oración”…
…entonaban las voces infantiles rebotando a un lado y otro de mi memoria. Ese es mi último recuerdo antes de volver a morir, antes de que el sol abrasara esa piel blanquecina mía, tan deleznable, débil y desacostumbrada a su luminiscencia… tan frágil, tan banal… Entonces comprendí el significado de aquella canción y que jamás volvería a estar solo.
Mis fantasmas me estaban esperando.

jueves, 24 de noviembre de 2011

PRESENTACIÓN



1

          Queridos amigos y compañeros, familia, buenas tardes.

         Presentamos hoy, más allá del crepúsculo, en la oscuridad iluminada de la noche madrileña, en el Salón de Actos de Escritores en Red Asociación Marqués de Bradomín que hoy se tras-lada a Gran Vía 13, a la Sala de Conferencias del Centro Cultural de los Ejércitos, donde nos encontramos, dos libros: uno de poesía y otro de prosa. El de poesía es obra original de D. Miguel Ortega Isla, se titula MIS PERSONAJES SE PASEAN POR LA RED, y se publica en la colección “Li-Poesía”, del que hace el Número Siete. El de prosa, obra también de ficción, es de mi autoría, se titula EL ÚLTIMO TERCIO DEL CREPÚSCULO, y se publica en la Co-lección Narrativa SONATAS DIGITAL, en ese espacio para la prosa de la asociación de escritores en red que esta tarde nos ampara.
         Hablamos, desde el punto de vista del género, de dos cosas distintas, de poesía y de novela corta. Pero también hablamos de formatos distintos, de papel, digamos que formato tradicional, en el caso de la narrativa, y de tarjeta USB, o sea del moderno formato digital, en el caso del libro de versos.
         Y pese a estas diferencias, y ésta es la razón por la que se presentan juntos, hay algunas coincidencias en el ámbito editorial e incluso en lo formal que unen a estos dos libros. En primer lugar quiero señalar la amistad que mantenemos desde largo tiempo los dos autores. También que yo le prologo a Miguel su libro de poesía, y que Miguel me prologa a mí mi novela. Pero no sólo esto. Los dos libros están, o pretenden estar, en la misma línea de vanguardia y tradición. Los dos levantan su baluarte sobre esos dos pilares, sobre ellos se yerguen.
          El uno, el de poesía, está en la vanguardia por el formato: digital-tarjeta-USB. Conocíamos las tarjetas USB como medio publicitario de grandes compañías, tales que Heineken, L´Oreal, esayJet, o Microsoft, no así como soporte físico de un libro digital.
El otro, al de prosa me refiero, se sitúa también en vanguardia porque el texto en papel es sólo la versión del autor que lo firma de un total narrativo más extenso publicado en formato hipertextual, que entra en el espacio de la poli autoría y la interactividad, y que se encuentra, lógicamente, en La Red, en dirección/direcciones electrónicas que en la contra portada del libro se especifican. Como nota de detalle es de signar que la versión en papel es de sólo 108 páginas, mientras el texto de red se extiende a las 280.
         Esto por lo que respecta al apunte vanguardista.
         En cuanto a la tradición, decir que ambos libros están inmersos en ella por sus contenidos y estructura. Miguel Ortega Isla trabaja, desde el punto de vista formal, la extensión versal italiana, 9 y 11 sílabas, principalmente, no faltándole a veces el heptasílabo, el pentasílabo y el alejandrino. En los campos de contenido no encuentra restricciones, ora social, ora filosófico, ora teológico. La utilización de técnicas narrativas propias del relato, tal que el suspense, los finales inesperados, etcétera, convierten su poesía en una suerte de seña de identidad que lo aleja de los otros, y que por ende, lo definen.
         En mi caso, la novela se articula como un diario, género clásico donde los haya; pero, es, además, un diario enmarcado en un círculo. No en vano la novela empieza en una ventana y termina en la misma ventana. Está escrita lógicamente en primera persona, y se puede decir que son los últimos días del tiempo para bitácora y confesión de la protagonista, la Excelentísima Señora Doña María Fernanda de Lara, Condesa de Aguilar y Campeche, Grande de España. Consta de tres partes. Vean en ello, pues así es, la tópica “presentación-nudo-desenlace” de cualquier novela que se precie. Dos de las partes, primera y tercera, están es-critas por la misma narradora, la Condesa de Aguilar y Campeche, y una segunda parte, redactada por un tal Iacob Shilenuss, por un personaje de los muchos que pueblan la mente de nuestra protagonista.
         En conclusión. Podemos decir que tenemos un libro electrónico de corte clásico, hablo del libro de poemas de Miguel Ortega Isla, y un libro en formato tradicional, papel, hablo de mi novela, que es sólo el comienzo de una aventura que termina en La Red.
         Y ahora permítanme que dé paso a buen amigo Miguel Ortega Isla.

2

         Queridos amigos y compañeros, familia.
         Hasta aquí lo que queríamos decir esta noche. Sólo resta resaltar, como punto final, que nosotros también nos damos cuenta de lo inusual de esta presentación.
         Ha faltado un presentador para los libros y los autores, ese factor importante y parece que absolutamente necesario en estas ocasiones. Ya ven que no son necesarios.
         Esto es así, no porque no tengamos amigos de reconocido prestigio que puedan presentarnos como grandes artistas, que es la norma en uso, sino porque no queremos influir para nada en la lectura que ustedes hagan de los libros, que sean ustedes quienes se enfrenten solos a ellos, quienes decidan si van a hacernos esa publicidad que ahora les estamos pidiendo, quienes realicen ese chismeo boca a boca tan efectivo; o no.
         Sí, queremos que hablen de nuestros libros con el vecino, en el autobús, en la cafetería, en el trabajo, allá donde fueren.
         Y por último una sorpresa también muy inusual que les tenemos guardada. La mesa en la que están los libros, no es un punto de venta. Esta tarde les vamos a obsequiar con nuestros libros; pero sólo por estar tarde, eh.
         Por favor acérquense y recójanlos, que tenemos que bajar a la cafetería a merendar y se va haciendo tarde.
         Buenas noches.



sábado, 22 de octubre de 2011

INAUGURACIÓN DEL SALÓN DE ACTOS

Inicio de sesión
Alejandro Pérez García,
Secretario General de la asociación,
pronuncia las palabras de inauguración del Salón de Actos.

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Presentación del conferenciante
Antonio Castillo Olivarez-Reixa,
Tesorero de la asociación,
pronuncia las palabras de presentación del conferenciante.

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Empieza la conferencia
Santiago Solano Grande,
Presidente de la asociación,
inicia la conferencia titulada
¿QUÉ ES ESO DE LITERATURA EN RED?

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... y el debate, ¡cómo no!


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Si quieres, ésta es la conferencia en letra
por si te apetece más leerla


          ¿QUÉ ES ESO DE LITERATURA EN RED?          
por Santiago Solano Grande




Primera parte. Aspectos teóricos.


     Si utilizo el buscador de Yahoo con el filtro sólo en español, para la búsqueda “Literatura en Red”, me aparecen diecisiete mil novecientas posibles páginas de consulta, digamos que pantallas, que tienen que ver con estos términos, bien con literatura, bien con red. En google, con estos mismos parámetros, las posibilidades ascienden a cuarenta y nueve mil cien. Si en este segundo buscador, el más utilizado por cierto, restrinjo al enunciado completo, o sea que se ciña sólo a aquellas páginas cuya identidad es Literatura en Red, y en español, se reduce a veinte mil seiscientas posible páginas/pantallas a consultar. Esto nos da una primera idea de que el término “Literatura en Red” no es algo infrecuente, que es de uso diario en la sociedad en la que nos toca vivir.
     Los tres primeros resultados de búsquedas, aquellos que según el último buscador son los más visitados, no sabemos si los más importantes, son:

1.-http://www.cibersociedad.net/textos/articulo.php?art=81
Un artículo titulado “Hipertexto y literatura en Red. El relato digital, los escrilectores y la Cibercultura.”, por Claudia Rodríguez Reyes publicado en la Revista TEXTOS de la CiberSociedad. Allí se tratan los siguientes temas, muy próximos por cierto a nuestros intereses: Definición y orígenes del hipertexto. Surgimiento del relato digital. Antecedentes. Géneros hipertextuales. Los escrilectores. La teoría literaria en el contexto de la cibercultura. Conclusiones.

2.-http://literaturacervantes.wordpress.com/
El blog de literatura del Instituto Cervantes en la cadena blogsférica de Wordpress.

3.-http://literaturacervantes.wordpress.com/category/en-red/
Nuevamente el blog de literatura del Instituto Cervantes en la cadena blogsférica de Wordpress.

     Se nota que el citado Instituto hace trabajar a los centros cervantinos extendidos por todo el mundo sobre este asunto. Si no fuera así, no llegarían a las muchas visitas necesarias para estar en primera línea de playa internaútica. Lo que no se entiende es que una institución tan consolidada y con tantos recursos tenga que ampararse para estas cosas tan en punta de vanguardia bajo el paraguas de Wordpress.

     Pero a nosotros lo que nos interesa son algunas de las cuestiones que plantea Claudia Rodríguez. Nos interesa eso del hipertexto, eso del relato digital, eso de los escrilectores, y eso de la cibercultura.
     Nos interesa lo hipertextual, digital, escrilectural y cibercultural para irnos centrando. Porque si decimos que la Literatura en Red ha de participar inexcusablemente de la condición hipertextual, ya estamos centrándonos en el asunto, ya que descartamos de un plumazo toda aquella literatura subida a la RED para que esté, como muestra de los logros literarios de tal o cual autor, de tal o cual nación, de tal o cual tiempo. La Literatura en Red ha de ser hipertextual, y si lo es no puede ser multimedia, por ejemplo, porque si lo fuera no cumpliría con el principio básico de ser texto.
     Esto es muy discutible, desde luego, pero puede ser un buen punto de arranque.
     Nos interesa el relato digital porque para serlo ha de participar del soporte digital y, después, de todo ese juego de antinovela del que hace gala Julio Cortázar en Rayuela, que por decirlo de alguna manera, siempre en el ámbito de nuestro pensamiento, es un hipertexto impreso en toda regla; que no hipertexto digital, desde luego, pero sí precursor de éste.
     Nos interesa esos de “escrilectores” porque la Literatura en Red, como ya veremos más adelante rompe con el sentido diacrónico del libro, y la imprenta, y el lector, y nos retrotrae a sentido poli crónico de la juglaría en la Edad Media.
     Nos interesa eso de la cibercultura porque la Literatura en Red es componente irrenunciable de la misma, y, si existe, vive fuera de los parámetros tradicionales gutemberianos, si existe, reitero, florece al margen del mercado editorial dominante.
     Para entendernos, también para centrarnos todavía más, vamos a decir que literatura es el arte que utiliza como instrumento la palabra. Estaríamos hablando pues de aquellos textos que tienen un componente, sea cual fuere, artístico. En cuanto a “en RED”, estaríamos hablando de todo texto literario susceptible de ser consultado por cualquier medio electrónico.
     Bueno, y ¿qué es eso de hipertexto? Miren, permítanme que haga un poco de historia. La aparición de la imprenta supone un importante cambio en la manera de entender el texto literario. Se pasa de los romances orales a los romances impresos. La figura del autor cobra poder con la fijación del texto. La capacidad creativa del receptor desaparece.
     La Edad Media queda atrás y el Renacimiento opera una mutación en la comprensión del mundo que cambia la relación del texto tanto con el emisor como con el receptor. La identidad de lo escrito, colocado en el vértice de la divulgación masiva que entraña la imprenta, aunada a la conciencia antropocéntrica que desarrolla el Humanismo, conduce, irremediablemente, a que el emisor del texto se convierta en una suerte de marca comercial, algo que trae como consecuencia la transformación del “receptor/creativo” en mero “receptor/lector”.
     Mientras los juglares y trovadores cantaban sus romances, el pueblo participaba; y aquí eran las nuevas versiones de cada romance. Al fijarse la pieza textual en un libro, el receptor no tiene licencia para recrear dicho artefacto literario, sino que debe limitarse a su decodificación.
Paralelamente, la escolarización cada vez más institucionalizada de la sociedad, conduce a la sustitución del texto oral por el texto escrito. Es decir, se pasa de una lógica y una retórica orales a una lógica y una retórica escritas, cuyos ejes de estructuración discursiva son muy distintos. No olvidemos que el texto oral se construye sobre el eje poli crónico, en tanto que la arquitectura del texto escrito se levanta sobre un eje diacrónico.
     Hoy, ese diacrónico tiempo gutemberiano está tocado. Y todo a causa de la aparición en escena del hipertexto, que en definición wikipédica es: “… el nombre que recibe el texto que en la pantalla de un dispositivo electrónico permite conducir a otros textos relacionados pulsando con el ratón en ciertas zonas sensibles y destacadas. La forma más habitual de hipertexto es la de hipervínculos o referencias cruzadas automáticas que van a otros documentos”.
     La aparición del hipertexto trae consigo el proceso inverso al de la aparición de la imprenta. El hipertexto, si bien es texto escrito en su estructura primaria, asume no sólo el ser poli crónico del texto oral, sino que restituye el carácter interactivo del receptor, y por ende, la cualidad anónima del emisor. Esto sucede porque el hipertexto rompe la linealidad decodificadora del texto escrito. Los nodos de hiperenlace disparan al receptor no sólo a temporalidades distintas de la de la estructura primaria, sino que lo inserta en tiempos distintos de lectura. Ante ello, si el receptor aprovecha la capacidad interactiva del espacio RED, ocurre que participa y se transforma, como en La Edad Media, en coeditor del texto original; que, por ende, pasa a convertirse en texto originario. En dicho proceso, la identidad del “receptor/interactivo-creativo” queda muchas veces oculta bajo un nick.
     Al respecto, ya en 1998, Raffaeli Simone, en su artículo “El cuerpo del texto”, predice, un poco apocalípticamente, que: “El texto pierde gradualmente su autoría y la percepción de que es el producto de un autor disminuye […]; en un futuro próximo será cada vez más difícil, casi imposible, decir quién es el autor de un texto”. ¿No es esta, acaso, una situación muy similar a la de los textos de tradición oral, en lo que a la autoría respecta?
     Sí, hoy en día asistimos al reverdecer de los trovadores y juglares, esta vez en la Red. Hay una nueva manera de emular la antigua tradición oral, codificada como hipertexto desde luego, pero con características muy similares a la de la literatura oral. En este proceso la tecnología suple lo que antes hacía la memoria, hablamos de la preservación del texto.
     La tradición hipertextual se va construyendo en cada entrega versionada de textos. En este proceso, tal y como predecía Simone, la identidad del autor tiende a difuminarse, pasando la individualidad a una suerte de anonimato. Tras varias entregas es ya imposible reconocer al emisor originario de un hipertexto. Esto ocurre siempre y cuando no se haya blindado el hipertexto ante el poder difuminador de autorías que posee la RED.
     Siendo esto así, no me extraña nada que los grandes grupos editoriales vean en la RED el enemigo a derrotar. La Literatura en RED está restándole cada vez más espacios de mercado, antes claramente a favor de sus intereses. Es el caos, la no autoría, el derrumbe de la máquina empresarial. De ahí sus esfuerzos por ponerle vayas al campo abierto.
     Pero, ¿qué tipo de texto es el entregado a esta tradición hipertextual? Básicamente dos: noticioso y literario. El primero recoge fundamentalmente hechos de la inmediatez cotidiana, que son transmitidos en la tradición hipertextual como alternativa comunicacional a los medios masivos de comunicación; esta particularidad, es más común en aquellas sociedades inmersas en un conflicto de cualquier tipo, quizá como lo estaban en la Edad Media y en la Grecia Antigua las aldeas, villas y ciudades que vivían afectadas por el rigor bélico de la época.
     El texto literario, que es el que nos interesa, no es, como en la Edad Media, la literaturización de los hechos bélicos en un género épico, sino que se aproxima más bien a una confección literaria funcional: el artefacto literario de autoayuda.
     Los análisis realizados al respecto arrojan que un ochenta y siete por ciento de los textos que son susceptibles de correr por la tradición hipertextual son literarios, y con una clara función: inspirar la autoestima.
     Nuestro mundo contemporáneo ha rotulado de tal manera el adjetivo digital, que ya nos parece imposible que tenga apenas tres décadas de vida social. El Diccionario de la Real Academia Española nos explica el término como relativo al uso de los dedos o a aquellos instrumentos de medición que expresan la medida en dígitos (RAE, 2001); no obstante, en ninguna de estas acepciones parece estar representada la narrativa digital. Recuerdo que el término digital se popularizó hace aproximadamente unos treinta años con el auge de los relojes digitales, y más tarde, como una oposición al término analógico, de modo que analógico y digital constituyen maneras distintas de representar magnitudes de medición. Con su desarrollo, los sistemas digitales ofrecieron maneras más expeditas y confiables de manipular y almacenar datos, con lo cual el computador se ha erigido en la herramienta más utilizada para dicho fin. Finalmente, han surgido otras tecnologías digitales subsidiadas por la informática, como es el caso de Internet. En este sentido, podríamos entender por literatura digital aquella que es producida, manipulada o almacenada con tecnología digital. Y esto parece estar en evidencia cuando algunos concursos literarios exigen enviar la obra en soporte físico y en soporte digital. Esto nos enfrenta al hecho de tener que definir qué es literatura digital: ¿es la producida por medios digitales?, ¿es la manipulada por medios digitales?, ¿es la almacenada por medios digitales?, ¿o es todo esto a la vez?
     Una literatura que es necesariamente digital en su producción, manipulación y almacenaje es la que llamamos hipertextual, y a la que nos limitaremos a partir de este momento.
     Desde este prisma de lo digital, que no de lo histórico, volvemos a preguntarnos: ¿Y qué entendemos por hipertexto? Voy a aventurarme a una definición propia, luego de varias consideraciones en las que la misma Red me ofrece. Diré que hipertexto es un sistema informático de producción, manipulación y almacenaje de información textual, que enlaza campos de significación por medio de nodos o hiperenlaces, de una manera no lineal, interactiva y plural. Cuando los signos codificados son sólo lingüísticos (texto), hablamos de hipertexto, y cuando son adicionalmente visuales (imágenes, gráficos, clips, videos) y auditivos (sonidos, melodías, voz), hablamos de hipermedia.
     Prefiero hablar de un sistema informático para zanjar el asunto de los hipertextos anticipados, como el caso de Rayuela, del que ya hemos hablado aquí. Consiento que podemos hablar de un antecedente hipertextual allí, pero no creo que podamos decir que Rayuela es un hipertexto. En todo caso, creo que se corresponde más con la intención del Boom de la narrativa latinoamericana de exaltar la funcionalidad del lector. Sobre las características no lineal, interactiva y plural, presumo que todos estamos de acuerdo en que el hipertexto permite una lectura menos lineal y secuencial que intuitiva y a saltos, que el hipertexto permite que el lector actúe más dinámicamente en la descodificación, y que el hipertexto permite múltiples conexiones sin que exista ni siquiera duplicación de los textos.
     Alcanzado este punto, ¿qué es literatura hipertextual?
     Una discusión interesante para abrir en torno de una definición sería la de establecer si la literatura hipertextual es un género. Lo más lúcido que he leído al respecto es un artículo del profesor Jaime Alejandro Rodríguez, titulado Postmodernidad, literatura y otras yerbas del año 2000, en el que vincula la postura del escritor Mark Bernstein, por demás tradicional, de que no existen géneros literarios sin textos, con la de Claudio Guillén sobre las genealogías literarias, y que, aunadas a las reflexiones de Rodríguez, nos conducen a la conclusión de que podrían existir elementos suficientes para hablar en poco tiempo de la ficción hipertextual como un nuevo género literario. En poco tiempo porque el inventario hipertextual de ficción crece de manera vertiginosa, si bien caótica.
     Podemos entender por literatura hipertextual la ficción literaria que se expresa de manera hipertextual, y por literatura hipermedial la que lo hace a través de los hipermedia. Tengo la impresión de que una parte importante de lo que definimos como literatura hipertextual es realmente literatura hipermedial (texto + imagen, o texto + sonido, o texto + imagen + sonido). En síntesis, la literatura hipertextual, si bien es literatura que ha sufrido una revolución en cuanto a tecnologías de percepción, mantiene todavía intacta la efusión prístina por el imperio de la palabra, en contraste con la literatura hipermedial que mezcla la estética textual con estéticas audiovisuales, en una suerte de artefacto literario híbrido.
     Nos queda aún descender un poco más en la espeleología literaria postmoderna, y es que explorando estos nuevos territorios, no pocas veces tenemos que romper la umbrosa percepción con luces que en ocasiones se nos antojan algo artificiales y artificiosas.
     Decía descender de la literatura digital a la narrativa digital, y prometo no hacer muchas más preguntas inquisidoras, pero… ¿qué es narrativa digital?, ¿hablamos sólo de ficción narrativa o también califica como narrativa digital el relato noticioso?, ¿la narrativa se limita a contar con palabras o también contamos con imágenes, estáticas o dinámicas? A efectos de ir cerrando algunos círculos sagrados, me reduciré a la concepción de narrativa como ficción estética, y a la de narrativa hipertextual como a aquella ficción contada con palabras exclusivamente, en el marco de un sistema hipertextual.
     La narrativa tradicional codifica en el discurso un material preliterario que denominamos historia, si bien esta no se corresponda con la cronologicidad de un acontecimiento real. Así, el Quijote nos cuenta varias historias, que pudieron ser o no reales, y que pueden estar contadas no por el discurso narrativo del signo lingüístico, sino por el signo visual de un film. Entendidos historia y discurso, cabe señalar que la narrativa hipertextual redimensiona completamente los niveles de la historia y el discurso, y me quiero centrar específicamente en Wikinovela (http://www.wikinovela.org/), un experimento de creación narrativa colectiva, multilingüe y no lineal, abierto al público, y desarrollado por la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Deusto, del País Vasco. Este experimento duró en su primera etapa del 24.04.2006 al 24.07.2006, y el texto creado lleva por título Vidas prodigiosas. Detrás de todo esto está Juan José Millás, como figura máxima reconocible. Blogsferatour, de la que hablaremos en el tiempo de los ejemplos, nuestro experimento de novela blogsférica, es de 10/08/2009 a 02/10/2009. Sólo tres años después y con la utilización del potencial blogger, un paso más allá, ya que está plenamente inmersa en lo que se ha dado en llamar Internet II, frente al Internet I en el que se mueve estas Vidas prodigiosas.
     Lo primero que se aprecia en cualquiera de estos proyectos de creación literaria es que la historia se hace absolutamente polivalente, pues cada nuevo hiperlink abre una nueva cadena de secuencias, lo que termina por dar tantas construcciones de relato posibles como clics de ratón ejecutados. Siempre hemos tenido claro que una de las claves fundamentales de la narrativa estriba en el hecho de que exista cambio constante en la secuencia de acciones, y este cambio permanente alimenta la intriga, el conflicto y la tensión interna del relato. Tengo la impresión de que, si bien la Wikinovela ha logrado el cometido de introducir sucesivos cambios secuenciales, al no corresponder estos al plan de un autor único, se ha aflojado la tensión interna del relato. Esta, me parece, es la primera cualidad apreciable en el nivel de la historia de una novela hipertextual de poliautoría.
     Si bien la novela hipertextual de múltiples autores afecta la lógica de las acciones, no menos afectado queda el nivel de los personajes y sus relaciones. Así, los clásicos predicados de base sustentados sobre relaciones de deseo, conocimiento y poder, aunados a sus opuestos y pasivos, no se corresponden ya con un nivel de historia preconcebido y correlativo al plan del autor, sino que se fragmentan en una suerte de atomización no sólo propia del discurso hipertextual, sino inherente ya a la narrativa de la postmodernidad. Si en el Quijote podíamos apreciar claramente los personajes y su nivel de relaciones, en la Wikinovela estas relaciones dejan de ser estáticas para dinamizarse, y con ello difuminar la observación precisa de ellas.
     Ahora bien, si estas relaciones parecen diluirse en el marasmo de los nodos hipertextuales, cabría preguntarse: ¿cuál es la actual importancia del personaje en la novela hipertextual de poliautoría? Y dejo la pregunta al aire porque hemos observado desde el Quijote hasta el Ulises de Joyce cómo el personaje había gozado de importancia y unicidad monolítica al interior de la obra. Más tarde, el Boom latinoamericano fragmentó la integridad literaria del personaje, y pareciera que con la literatura hipertextual el personaje haya alcanzado finalmente su casi desintegración, quedando en un lugar muy secundario de la ficción narrativa.
     Si nos remitimos a la ficción narrativa hipertextual de múltiples autores como discurso, enfrentamos varios aspectos importantes. Lo primero que hay que acotar es que el fenómeno de la autoría múltiple nos era familiar ya en obras académicas, pero no en obras de ficción, donde parecía que la noción moderna del autor prevalecía con absoluta superioridad, pues desde el tránsito de la literatura oral a la impresa, como ya se ha dicho, no teníamos reminiscencias de aquel autor colectivo de los albores de la creación literaria. Con el surgimiento de la imprenta, la noción del autor en la literatura alcanza dimensiones sólidas, que la postmodernidad diluye con la autoría múltiple. En consecuencia, no es exagerado considerar la crisis del autor como una realidad.
     Sabemos que el tiempo del discurso es necesariamente lineal, porque no hay manera de escapar a la secuencialidad del signo lingüístico, pero ni siquiera la linealidad fragmentaria de Rayuela podría aproximarse tímidamente a la linealidad atomizada del relato hipertextual, porque es una linealidad polifónica, hecha de múltiples voces, y dependiente exclusivamente de un clic. En la Wikinovela tenemos una construcción temporal del discurso que introduce múltiples infracciones al orden, si es que podemos hablar de infracciones, toda vez que cada autor relanza una nueva propuesta del tiempo de la historia. Podríamos concluir que una novela de estas características es polidiacrónica: tal la característica de la narrativa hipertextual, la Wikinovela.
     Sin embargo, y a mi juicio, la mayor parte de la narrativa hipertextual se está publicando bajo la modalidad de blog/bitácora de autor. Para nadie es un secreto que el escritor debe paliar su consuetudinaria precariedad económica realizando otras labores académicas, salvo el caso de aquellos escritores que ya pueden vivir de sus regalías por derechos de autor. Ésta es la razón primordial por la cual han proliferado los blogs/bitácoras de autores, porque en ellos pueden exhibir los escritores su producción literaria sin tener que afrontar costos por ello.
     ¿Pero qué exhiben los autores de ficción narrativa en estos blogs? La mayoría de las veces, ejercicios narrativos con los cuales dar cumplimiento a la máxima de Apeles: Nulla die sine linea. Otras veces, anticipos de sus próximas obras. Sea como fuere, el blog se ha convertido en un espacio de encuentro digital entre el escritor y el lector, pero un espacio evanescente, inasible a fin de cuentas. Hace unas semanas quise volver a un blog de relatos muy buenos que había descubierto meses atrás, y que pertenecía a un novel autor de Barcelona, pero topé frontalmente con el mensaje de not found. ¡Se esfumó! No está.
     Ante esto cabría preguntarse: ¿La blogosfera constituye un nuevo universo de muestras concretas de narrativa hipertextual, cuando hoy están y mañana no?
     Nos queda por resolver un problema en el camino hacia un inventario suficiente que respalde la noción de género con base de texto constatable, y estriba en el hecho de que los hipertextos son fugaces, evanescentes: hoy están y mañana ¿quién los puede citar como respaldo? En cambio, el texto impreso es más estable y menos perecedero. En lo personal, tengo mis dudas sobre el blog/bitácora como muestra definitiva de literatura hipertextual, y veo caótica la posibilidad de construir un inventario de textos narrativos digitales que no estén finalmente respaldados en un formato menos avanescente, como un CD o un DVD.
     Desde la perspectiva del autor, la blogosfera narrativa no supone una crisis del autor, porque el escritor crea su obra desde un plan preconcebido, si bien los comentarios de sus lectores pueden orientar en un momento dado la reedición del texto. Este es un aspecto novedoso que hace movedizo al relato, pues el autor puede modificar desde el panel de control de su blog el texto tantas veces como quiera.
     Pese a todas estas oscilaciones, no significa la narrativa bloguera una crisis del autor, sino del lector. Crisis del lector porque, en ocasiones, el texto que fue leído hace una semana no es el mismo que vuelvo a leer hoy, es un texto reescrito, corregido. Crisis del lector porque, en ocasiones, el texto que fue leído en el pasado ya no existe en el presente. Crisis del lector, en definitiva, porque la blognarrativa supone la evanescencia del texto literario, algo que hace precaria y fragmentaria la relación del lector con el autor. El lector de los blogs literarios es, sin duda, un lector postmoderno de manera absoluta.
     La narrativa digital, y más específicamente la narrativa hipertextual, nos está planteando no pocos problemas teóricos y prácticos que exigen atención. Ya hemos hablado sobre la crisis del autor en la narrativa hipertextual de poliautoría, y la crisis del lector en la narrativa bloguera. Polifonía y evanescencia parecieran ser dos marcas identitarias de esta nueva manera de hacer ficción literaria.
     Pero aún no hemos profundizado en los aledaños del quehacer literario. Y estoy refiriéndome particularmente a las audiencias y las tecnologías de difusión.
     Es sabido por todos que los medios digitales son cada vez más asequibles por el ciudadano común, pero esto no garantiza que el texto digital goce de las mismas prerrogativas de difusión que el texto impreso. Las audiencias que alcanzan a leer un hipertexto son sólo aquellas que tienen acceso a la tecnología y que se encuentran en centros urbanos o periferias rurales con la infraestructura tecnológica necesaria.
     Desde este punto de vista, pareciera que durante un tiempo todavía largo la narrativa hipertextual, salvo que finalmente quede impresa/fijada (y esto me parece un paso muy difícil de abordar), seguirá estando presa de un medio de difusión que aún es limitado frente al libro.
Y éste es un tema crucial para el escritor de ficción narrativa, pues si bien es cierto que los medios digitales le ofrecen una alternativa rápida y económica de difusión, ésta no pasa de ser un espejismo democrático, toda vez que aún son las minorías quienes pueden acceder a la red de redes, y un autor se da a conocer en la medida proporcional en que puede ser leído por más lectores.
     Otro aspecto tangencial que vale la pena rescatar, y que va de la mano con la evanescencia del hipertexto, es la inasibilidad académica del mismo. El texto impreso permite la posibilidad de confrontar la fuente en el preciso instante en que se lo desee; por su parte, el texto digital no hospedado en la Web supone el uso de un computador o dispositivo electrónico para su lectura, en tanto que el texto hospedado en Internet exige que se encuentre disponible. No pocas veces, aún estando hospedado, el fallo del servidor no nos permite consultarlo.
     Estos aspectos extratextuales como la audiencia, la difusión y la confrontabilidad, si en rigor son menos funcionales al interior de la obra que la polifonía y la evanescencia, no por ello dejan de ser considerables para este intento de recoger algunos problemas en torno de la hipertextualidad. La idea no ha sido poner piedras en el camino, sino ayudar a esclarecer algunas aristas todavía filosas del asunto.
     Como Erasmo de Rotterdam, pienso que tradición y progreso han de ir siempre de la mano, y esa es, sin dudas, el latido del corazón del escritor, que tendrá que asir, de un lado el libro con toda su tradición y protagonismos históricos , que aún se proyectarán con solidez en el futuro, y de otro lado, el hipertexto, que comienza a descollar como un nuevo horizonte de progreso para explorar insospechadas posibilidades de la palabra.

Segunda parte. Escritores en Red, ¿dónde estamos?

     Nuestra puerta de entrada, típica del llamado Internet Uno, es decir la Internet hipertextual, participa de lleno de esta característica. Una serie de cajones/cuadros nos ofrecen enlaces a contenidos dispares, desde el enlace a una propuesta de texto en formato tradicional, edición papel, pasando por el texto en formato electrónico, y cerrando en el audio. En las distintas bitácoras que forman la blogsfera, ya en el llamado Internet Dos, es decir la Internet hipertextual interactiva, podemos llegar incluso al vídeo, todo ello en un espacio en el que el lector decide en cualquier momento por dónde empezar. O sea que nuestro espacio internáutico participa del sentido poli crónico típico de este tipo de publicaciones
     De entre todos esos cajones, alguno son exclusivamente noticiosos, como aquel que nos lleva a los Estatutos o a la composición de la Junta Directiva, mientras otros, son literarios, ora la Revista Tirano Banderas Digital, que participa de lleno y exclusivamente de la Internet hipertextual, ora la blogsfera, que es Internet hipertextual interactivo.
     Es en este apartado en donde se da, donde se hace, con más claridad esa Literatura en Red de la que estamos hablando y de la que pretendo que sigamos hablando, escribiendo, interactuando, compartiendo, etc., más de aquí en adelante si consigo que tomemos conciencia del punto central que está ocupando y está llamada a ocupar nuestra asociación; única de estas características, “escritores en red”, que yo tenga noticia. Muchas bitácoras literarias hay en La Red, pero que estén todas ellas unidas por un registro de asociación legal, pocas, o ninguna; yo no conozco otra: ¿somos únicos y no lo sabemos? Como escritores en red que somos y como escritores a los que nos ha tocado vivir este comienzo, llamémosle de revolución internaútica, hemos de insistir, de perseverar en este impulso, en este inicio.
     Es verdad que cada bitácora/blog de nuestra asociación es la muestra del devenir literario, si no de la personalidad, de cada uno de los socios, y que participa de ese sentido general de mantenerse en la autoestima. ¡Qué guapo soy, qué bien escribo! Pero hay algo más también.   Poco después en el tiempo del experimento de la universidad vasca con la novela interactiva, con todas esas connotaciones teóricas de las que hemos hablado, a la wikinovela de Millás me refiero, aparece en Escritores en Red, Blogsferatour, ahora ordenado diacrónicamente para facilitar en lo posible la lectura en los términos habituales de pasado, presente y futuro al que nos tiene acostumbrado el libro.
     Esta primera novela interactiva, de las dos con las que cuenta nuestra asociación, es el ejemplo claro de la poliautoría de la que hemos estado hablando. Tanto es así, que cuando uno termina de leerla, no sabría decir quién es en realidad el autor de la misma. Bien es verdad que hay dos responsables máximos del montaje y mantenimiento de la novela. Pero sólo eso. Sólo eso porque la novela pesa por igual en todos sus aspectos. Por una lado la trama que plantean cada uno de los lectoescritores, como el espacio de comentarios, que llega a ser básico para entender el desarrollo de todo lo que se cuenta, pasando a ser esta interactividad, como ya se ha dicho aquí teóricamente, la esencia misma del corpus novelístico.
     En cuanto a la segunda de las novelas, de la que tenéis/tienen en vuestras/sus manos la traslación diacrónica, hay un punto más de acercamiento a este cuerpo teórico, o de expansión para la fijación, si se quiere. Se admite para esta novela distintas versiones de la misma. Hay una versión en papel, que es como el elemento primario para llegar a una lectura mínima del corpus total de la novela, que no acaba aquí, en el papel. Digamos que éste espacio es el espacio convencional, el espacio gutemberiano, ya aludido aquí, y que hay un espacio hipertextual, también organizado ahora diacrónicamente para facilitar la lectura lineal. Así hablamos de versión comercial y de versión extendida, quizás por analogía a ciertas obras con distintas versiones del orbe del celuloide.
     Si a esto le unimos que el lector puede hacer la lectura hipertextual según su capricho, tendríamos si no infinitas, sí muchas otras posibles novelas. Es más. Todos y cada uno de los autores que participan en la gestación de este texto forma la novela de lo real, de lo que llamamos vida, aun por escribir, que nos llevaría a ver a cada autor en su propia historia del día a día, o a cada autor en la génesis y el desarrollo de su propia novela. La novela que está sobre las mismas vidas de los autores.
     Y esto lo estamos haciendo en Escritores en Red. ¿Vida y literatura? No nos podemos parar ahora. Desde aquí, como vuestro Presidente, os insto a seguir, a extender las velas de Escritores en Red hasta más allá del horizonte.
     Muchas gracias.


Santiago Solano Grande
Madrid, 21 de octubre de 2011